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31 de mayo de 2011

Los teléfonos móviles podrían ser cancerígenos: investigadores

La Jornada Edicion impresa

Martes 31 de mayo de 2011

Los teléfonos móviles podrían ser cancerígenos: investigadores

El Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (CIRC) anunció hoy que catalogaba a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia, que incluyen a los teléfonos móviles, como "tal vez cancerígenos para el ser humano".

AFP

Publicado: 31/05/2011 12:58
Los teléfonos móviles podrían ser cancerígenos: investigadores

Uso de teléfonos celulares podría ser dañino. Archivo La Jornada

París. El Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (CIRC), agencia especializada de la Organización Mundial de la Salud (OMS), anunció este martes que catalogaba a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia, que incluyen a los teléfonos móviles, como "tal vez cancerígenos para el ser humano".

"Las pruebas, que continúan acumulándose, son muy fuertes para justificar una clasificación a nivel 2b" (uno de los cincos niveles de clasificación que define productos "tal vez cancerígenos para el ser humano", consideró Jonathan Samet, presidente del grupo de trabajo, luego de una reunión de ocho horas en Lyon (centro de Francia) de unos treinta expertos de 14 países bajo patrocinio del CIRC.

"El grupo de trabajo basó esta clasificación (...) en estudios epidemiológicos que muestran un riesgo creciente de glioma, tipo de cáncer del cerebro relacionado con el uso de teléfono inalámbrico", dijo Jonathan Samet en conferencia de prensa telefónica.

Esta clasificación significa que "puede haber riesgo, y que por lo tanto debemos vigilar de cerca la relación entre los teléfonos móviles y el riesgo de cáncer", agregó.

Los expertos analizaron todos los estudios ya publicados sobre el tema.

22 de mayo de 2011

HAARP: la guerra geofísica

HAARP: la guerra geofísica

Autor: Prensa Latina
Sección: Línea Global
15 Abril 2011

Las fuerzas armadas de Estados Unidos desarrollan un sistema de agresión basado en la manipulación del medio ambiente: HAARP. Hasta el momento, ningún científico ha podido demostrar que se haya utilizado contra Japón o Haití; pero los gobiernos estadunidenses no han podido ocultar que el proyecto existe desde 1993 y que se basa en el “terrorismo ecológico”

Marta Gómez Ferrals / Prensa Latina



Voces de expertos y preocupados ciudadanos del planeta llaman la atención sobre los presuntos vínculos entre las anomalías del clima y los potentes sismos registrados en los últimos años con los frutos del programa militar Proyecto de Investigación de la Aurora Activa de Alta Frecuencia (HAARP, por sus siglas en inglés), encabezado por Estados Unidos.

Y aunque los defensores de esta tesis no disponen de pruebas concretas y acabadas hasta el momento –si de rigor científico se trata–, hay evidencias sopesadas a fondo por especialistas muy dignas de tenerse en cuenta.

La alarma y las preocupaciones no surgen de la nada y no se trata de una creación infundada de mentes febriles. Lo cierto es que existe trigo para amasar el pan, como se decía antaño.

Hay que remontarse a los antecedentes del HAARP, nacido en 1993, como una creación de la Fuerza Aérea, de la Marina, del Departamento de Defensa y del Pentágono estadunidenses.

Incluso, se habla de la llamada guerra geofísica basada en la manipulación del clima y de procesos naturales, y usada por el gobierno estadunidense contra naciones invadidas durante varias contiendas bélicas en el siglo XX.

Una información bastante difundida registra que Estados Unidos ha realizado experimentos de manipulación climática desde la década de 1940.

En 1958, el capitán Howard T Orville, del Servicio Aéreo Naval y consejero principal de la Casa Blanca, confirmó que el Departamento de Defensa estaba investigando “métodos para manipular las cargas de la Tierra y el cielo con la intención de producir cambios en el clima”.

Esto se hacía, precisaba entonces Orville, por medio de un haz electrónico que ionizaría o desionizaría la atmósfera sobre una zona determinada, descripción que no hay que olvidar por su relación con el actual HAARP.


El profesor Gordon MacDonald, considerado por muchos el artífice de los basamentos de la guerra geofísica, por lo demás miembro del Comité Científico del presidente, afirmó en 1966: “La clave de la guerra geofísica está en identificar la inestabilidad ambiental que, sumada a una pequeña cantidad de energía, liberaría cantidades ingentes de la misma”.

MacDonald sustentaba que la tecnología pondría a disposición de las “principales naciones” una variedad de técnicas para librar una guerra en secreto.

Y así, las técnicas de modificación del clima podrían ser empleadas para producir periodos prolongados de sequías, tormentas y terremotos que debilitarían a la nación enemiga, la cual se vería obligada a aceptar las exigencias de su oponente.

MacDonald llegó a escribir: “No es necesario declarar esta guerra secreta o incluso que sea conocida en la parte afectada. Sólo deben saber de ella las fuerzas de seguridad implicadas”.

En 1967, como parte del Proyecto Popeye, desplegado por Estados Unidos en la guerra de agresión contra Vietnam, las nubes fueron bombardeadas con 47 mil toneladas de yoduro de plata a fin de extender las lluvias monzónicas sobre la península de Indochina.

El macabro experimento resultó exitoso para sus realizadores e incrementó los obstáculos que tuvieron que enfrentar los vietnamitas en su lucha.

Sin embargo, en 1978, Estados Unidos accedió a firmar la Convención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la prohibición de los usos militares u hostiles de técnicas de modificación ambiental.
Pero no renunció a sus planes al respecto. Decenas de experimentos no recogidos oficialmente o no reportados por medios siguieron realizándose, según testigos.


HAARP

El HAARP cuenta con un laboratorio cerca de la localidad de Gakona, Alaska. Desde 2007, dispone de su infraestructura actual, dotada de tecnología sofisticada y de un campo de 180 torres que envían cargas de energía electromagnética a la ionosfera, la capa más alta de la atmósfera terrestre.

En 1997, William Cohen, secretario de Defensa de Estados Unidos, planteaba: “Otros se están dedicando incluso a un tipo de terrorismo ecológico que puede alterar el clima, generar terremotos, activar volcanes a distancia mediante el uso de ondas electromagnéticas. Es decir, hay muchas mentes ingeniosas allá afuera trabajando en la búsqueda de medios para causar terror a otras naciones. Es real y es la razón por la cual tenemos que intensificar nuestros esfuerzos”.

Palabras con las que establecía el sustento moral de las investigaciones que ellos estarían “obligados” a hacer, pero que en realidad respondían a una línea en que venía trabajando Estados Unidos desde mucho tiempo atrás, de acuerdo con expertos; aunque el gobierno estadunidense ha negado sistemáticamente que el HAARP tenga fines militares.

El mismo hecho de que exista una convención de la ONU que prohíba tales propósitos y usos da la razón a los que sospechan y se preocupan. “No se prohíbe lo que no existe y sólo vive en la imaginación de algunos”, arguyen.

Michel Chossudovsky, experto canadiense y profesor de la Universidad de Otawa, ha expuesto que la tecnología está siendo utilizada bajo el HAARP en Canadá como parte de la Iniciativa de Defensa Estratégica.

Según el especialista, la evidencia científica reciente sugiere que el HAARP está plenamente operativo y tiene la potencial capacidad de desencadenar inundaciones, sequías, huracanes y terremotos.



Desde el punto de vista militar, puntualiza Chossudovsky, el HAARP es un arma de destrucción masiva.
“Potencialmente, constituye un instrumento de conquista capaz de desestabilizar selectivamente los sistemas agrícolas y ecológicos de regiones enteras.”

El experto Nick Begich y la periodista Jeanne Manning, luego de una amplia investigación sobre el citado programa, publicaron en 1995 el libro Los ángeles no tocan esta arpa, en el que plantean su convicción de que las ondas electromagnéticas enviadas a la ionosfera contribuyen a su calentamiento.

Begich denunció que existe un informe sobre el desarrollo de un sistema manipulador de los procesos mentales humanos mediante frecuencias de radio sobre extensas zonas geográficas.

La doctora Elizabeth Rauscher, especializada en física, valora que al bombear tremendas energías en un sistema molecular de muy delicada configuración, como la ionosfera, se pueden provocar reacciones catalíticas y efectos no lineales, perjudiciales para todo el planeta.

Esto podría derivar, por ejemplo, no sólo en un agujero, sino en una verdadera incisión de la capa de ozono, aunque esté situada en la estratosfera (capa intermedia).

“El hecho es que la ionosfera todavía nos pertenece a todos”, advierte la especialista.

La doctora canadiense Rosalie Berttell opina que la investigación científica de los militares está utilizando los sistemas climáticos como un arma potencial.

Berttell, de reconocido prestigio en la materia, ha planteado que los calentadores de la ionosfera del HAARP modifican el campo magnético del planeta.

En 1998, una comisión parlamentaria de la Unión Europea investigó los preocupantes efectos del HAARP.
En sus conclusiones, los integrantes aseguraron que, pese a los convenios existentes, la investigación militar sigue basándose en la manipulación ambiental como arma.

En 2002, la Comisión de la Duma parlamentaria de Rusia expresó oficialmente sus preocupaciones sobre el programa estadunidense, por su alcance planetario impredecible.

He aquí un tema complejo y escabroso de innegable origen real traído a la mesa de los debates actuales.

Fuente: Contralínea 228 / 10 de abril de 2011

King Corn: El jarabe de alta fructosa de maíz y la diabetes tipo II‏



En este documental del 2008 un par de jóvenes deciden emprender la aventura de cultivar maíz transgénico en un acre en Iowa, EU, y seguir la pista de la industria del maíz genéticamente modificado, incluyendo la industria del ganado alimentado con este grano y la industria del jarabe de alta fructosa de maíz (high corn fructose syrup, HFCS) responsable principal de las epidemias de obesidad y diabetes tipo II (y sus graves consecuencias a quienes padecen dicha enfermedad, como son la amputación de dedos, piés y piernas, ceguera y muerte). Ahí, cualquier cosa.

¿Dónde se encuentra esta fructosa? En casi todos los alimentos industrializados, en especial refrescos y comida chatarra. Nada más revisen las etiquetas y la encontrarán en todos lados, por que se ha convertido en el edulcorante preferido por lo barato que resulta gracias a la industria agrotóxica y mecanizada del maíz transgénico estadunidense.

La AVARICIA de las empresas está lucrando con la salud de la población humana y la salud de los ecosistemas. Este documental es una evidencia más de ello.

Un simple dato: Una persona que ingiere un refresco diario tiene el doble de posibilidades de contraer diabetes tipo II que una que no consume.

provecho,
roberto

18 de mayo de 2011

¡Ya basta, presidente Calderon!

¡Ya basta, presidente Calderon!

Por: Pablo Ordaz

Emacs!

Este post apenas necesita palabras. Solo algunas para situarles la fotografía que acaba de distribuir el diario mexicano Reforma. Se ve a Felipe Calderón, el hoy presidente de la República, con 14 años menos, exactamente en noviembre de 1997. Junto a él, su esposa, Margarita Zavala, la hoy Primera Dama, que consulta un papel y lleva una banderita azul con letras blancas en la que se puede leer: “Ya Basta!! Presidente ¡Exigimos seguridad!”. El por aquel entonces dirigente del PAN y su esposa participaban en un acto de protesta –convocado por Alianza Cívica, Causa Ciudadana y Mujeres en Defensa de los Derechos Civiles­ para reclamar más seguridad al entonces presidente de México, Ernesto Zedillo.

A modo de contraste, Reforma inserta junto a la fotografía del joven y opositor matrimonio otra, tomada hace unas horas, del poeta Javier Sicilia con gesto de dolor. A Sicilia le mataron a un hijo en Cuernavaca hace 40 días y, justo durante este fin de semana, lidera una marcha silenciosa desde la capital de Morelos hasta el Distrito Federal para pedirle a los políticos –a todos, al presidente Calderón, pero también a los viejos dinosaurios del PRI­ que se dejen de politiquerías, que escuchen el hartazgo de los ciudadanos, que arreglen México de una vez. Ante esta proclama, Calderón emitió un mensaje a la nación en la que pidió comprensión hacia su política. Comprensión a los que, como él en 1997, salen a la calle a pecho descubierto, con la memoria de sus hijos en brazos, para mostrar su hartazgo. Solo han pasado 14 años.

Pero hay más.

Otra visita a la hemeroteca, esta vez realizada por el analista Rogelio Campos, nos descubre a un Felipe Calderón que, el 19 de abril de 1997, ya como presidente del PAN, criticaba duramente la utilización del Ejército como fuerza de choque contra el narcotráfico.

Fíjense en estas frases de Calderón, auténticas perlas cultivadas:

--“Se ha puesto en riesgo a la Nación con el abuso de la institución militar en acciones contra grupos armados”.

--“La fuerte presencia militar implica un riesgo en materia de derechos humanos”.

--“Que sean las instituciones civiles las encargadas de las acciones en contra del narcotráfico y que el Ejército se retrotraiga a las labores que constitucionalmente se les tienen encomendadas con mayor claridad...”.

Solo han pasado 14 años. Ahora, el autor de aquellas frases reacciona de forma airada ante cualquiera que ose criticar la fuerte implicación del Ejército en la lucha contra el narcotráfico, ante cualquiera que se atreva a criticar una estrategia de lucha contra el crimen organizado que, desde que él llegó al poder, ha dejado las calles de México teñidas por la sangre de más de 40.000 mexicanos.
¡ Para Todos Todo y Hasta la Victoria Siempre !
Movimiento Autónomo Zapatista (MAZ)
Alfredo Ramírez Villar



--
CEREAL
Centro de Reflexión y Acción Laboral
proyecto obrero de Fomento Cultural y Educativo A.C.
Privada de Lago San Pedro # 13,
Col. Cinco de Mayo, Del. Miguel Hidalgo,
CP11430, México D.F.
Tel. 01 (55) 52 50 03 28 / 55 45 99 25

10 de mayo de 2011

La ideología social del automóvil

La ideología social del automóvil



por André Gorz, publicado en Le Sauvage, 1973.

El mayor defecto de los automóviles es que son como castillos o fincas a orillas del mar: bienes de lujo inventados para el placer exclusivo de una minoría muy rica, y que nunca estuvieron, en su concepción y naturaleza, destinados al pueblo. A diferencia de la aspiradora, la radio o la bicicleta, que conservan su valor de uso aun cuando todo el mundo posee una, el automóvil, como la finca a orillas del mar, no tiene ningún interés ni ofrece ningún beneficio salvo en la medida en que la masa no puede poseer uno. Así, tanto en su concepción como en su propósito original, el auto es un bien de lujo. Y el lujo, por definición, no se democratiza: si todo el mundo tiene acceso al lujo, nadie le saca provecho; por el contrario, todo el mundo estafa, usurpa y despoja a los otros y es estafado, usurpado y despojado por ellos.
Resulta bastante común admitir esto cuando se trata de fincas a la orilla del mar. Ningún demagogo ha osado todavía pretender que la democratización del derecho a las vacaciones supondría una finca con playa privada por cada familia francesa. Todos entienden que, si cada una de los trece o catorce millones de familias hiciera uso de diez metros de costa, se necesitarían 140,000 kilómetros de playa para que todo el mundo se diera por bien servido. Dar a cada quien su porción implicaría recortar las playas en tiras tan pequeñas –o acomodar las fincas tan cerca unas de otras– que su valor de uso se volvería nulo y desaparecería cualquier tipo de ventaja que pudieran tener sobre un complejo hotelero. En suma, la democratización del acceso a las playas no admite más que una solución: la solución colectivista. Y esta solución entra necesariamente en conflicto con el lujo de la playa privada, privilegio del que una pequeña minoría se apodera a expensas del resto.
Ahora bien, ¿por qué aquello que parece evidente en el caso de las playas no lo es en el caso de los transportes? Un automóvil, al igual que una finca con playa, ¿no ocupa acaso un espacio que escasea? ¿Acaso no priva a los otros que utilizan las calles (peatones, ciclistas, usuarios de tranvías o autobuses)? ¿No pierde acaso todo su valor de uso cuando todo el mundo utiliza el suyo? Y a pesar de esto hay muchos demagogos que afirman que cada familia tiene derecho a, por lo menos, un coche, y que recae en el “Estado” del que forma parte la responsabilidad de que todos puedan estacionarse cómodamente y circular a ciento cincuenta kilómetros por hora por las carreteras.
La monstruosidad de esta demagogia salta a la vista y, sin embargo, ni siquiera la izquierda la rechaza. ¿Por qué se trata al automóvil como vaca sagrada? ¿Por qué, a diferencia de otros bienes “privativos”, no se le reconoce como un lujo antisocial? La respuesta debe buscarse en los siguientes dos aspectos del automovilismo.
1.     El automovilismo de masa materializa un triunfo absoluto de la ideología burguesa al nivel de la práctica cotidiana: funda y sustenta, en cada quien, la creencia ilusoria de que cada individuo puede prevalecer y beneficiarse a expensas de todos los demás. El egoísmo agresivo y cruel del conductor que, a cada minuto, asesina simbólicamente a “los demás”, a quienes ya no percibe más que como estorbos materiales y obstáculos que se interponen a su propia velocidad, ese egoísmo agresivo y competitivo es el advenimiento, gracias al automovilismo cotidiano, de una conducta universalmente burguesa. [...]
2.     El automovilismo ofrece el ejemplo contradictorio de un objeto de lujo desvalorizado por su propia difusión. Pero esta desvalorización práctica aún no ha causado su desvalorización ideológica: el mito del atractivo y las ventajas del auto persiste mientras que los transportes colectivos, si se expandieran, pondrían en evidencia una estridente superioridad. La persistencia de este mito se explica con facilidad: la generalización del automóvil individual ha excluido a los transportes colectivos, modificado el urbanismo y el hábitat y transferido al automóvil funciones que su propia difusión ha vuelto necesarias. Hará falta una revolución ideológica (“cultural”) para romper el círculo. Obviamente no debe esperarse que sea la clase dominante (de derecha o de izquierda) la que lo haga.
Observemos estos dos puntos con detenimiento.
Cuando se inventó el automóvil, este debía procurar a unos cuantos burgueses muy ricos un privilegio absolutamente inédito: el de circular mucho más rápido que los demás. Nadie hubiera podido imaginar eso hasta ese momento. La velocidad de todas las diligencias era esencialmente la misma, tanto para los ricos como para los pobres. La carreta del rico no iba más rápido que la del campesino, y los trenes transportaban a todo el mundo a la misma velocidad (no adoptaron velocidades distintas sino hasta que empezaron a competir con el automóvil y el avión). No había, hasta el cambio de siglo, una velocidad de desplazamiento para la élite y otra para el pueblo. El auto cambiaría esto: por primera vez extendía la diferencia de clases a la velocidad y al medio de transporte.
Este medio de transporte pareció en un principio inaccesible para la masa –era muy diferente de los medios ordinarios. No había comparación entre el automóvil y todo el resto: la carreta, el ferrocarril, la bicicleta o el carro tirado por caballos. Seres excepcionales se paseaban a bordo de un vehículo remolcado que pesaba por lo menos una tonelada y cuyos órganos mecánicos extremadamente complicados eran muy misteriosos y se ocultaban de nuestro campo de visión. Pues un aspecto importante del mito del automóvil es que por primera vez la gente montaba vehículos privados cuyos sistemas operativos le eran totalmente desconocidos y cuyo mantenimiento y alimentación había que confiar a especialistas.
La paradoja del automóvil estribaba en que parecía conferir a sus dueños una independencia sin límites, al permitirles desplazarse de acuerdo con la hora y los itinerarios de su elección y a una velocidad igual o superior que la del ferrocarril. Pero, en realidad, esta aparente autonomía tenía como contraparte una dependencia extrema. A diferencia del jinete, el carretero o el ciclista, el automovilista dependería de comerciantes y especialistas de la carburación, la lubrificación, el encendido y el intercambio de piezas estándar para alimentar el coche o reparar la menor avería. Al revés de los dueños anteriores de medios de locomoción, el automovilista establecería un vínculo de usuario y consumidor –y no de poseedor o maestro– con el vehículo del que era dueño. Dicho de otro modo, este vehículo lo obligaría a consumir y utilizar una cantidad de servicios comerciales y productos industriales que sólo terceros podrían procurarle. La aparente autonomía del propietario de un automóvil escondía una dependencia enorme.
Los magnates del petróleo fueron los primeros en darse cuenta del partido que se le podría sacar a una gran difusión del automóvil. Si se convencía al pueblo de circular en un auto a motor, se le podría vender la energía necesaria para su propulsión. Por primera vez en la historia los hombres dependerían, para su locomoción, de una fuente de energía comercial. Habría tantos clientes de la industria petrolera como automovilistas –y como por cada automovilista habría una familia, el pueblo entero sería cliente de los petroleros. La situación soñada por todo capitalista estaba a punto de convertirse en realidad: todos dependerían, para satisfacer sus necesidades cotidianas, de una mercancía cuyo monopolio sustentaría una sola industria.
Lo único que hacía falta era lograr que la población manejara automóviles. Apenas sería necesaria una poca de persuasión. Bastaría con bajar el precio del auto mediante la producción en masa y el montaje en cadena. La gente se apresuraría a comprar uno. Tanto se apresuró la gente que no se dio cuenta de que se le estaba manipulando. ¿Qué le prometía la industria automóvil? Esto: “Usted también, a partir de ahora, tendrá el privilegio de circular, como los ricos y los burgueses, más rápido que todo el mundo. En la sociedad del automóvil el privilegio de la élite está a su disposición.”
La gente se lanzó a comprar coches hasta que, al ver que la clase obrera también tenía acceso a ellos, advirtió con frustración que se le había engañado. Se le había prometido, a esta gente, un privilegio propio de la burguesía; esta gente se había endeudado y ahora resultaba que todo el mundo tenía acceso a los coches a un mismo tiempo. ¿Pero qué es un privilegio si todo el mundo tiene acceso a él? Es una trampa para tontos. Peor aún: pone a todos contra todos. Es una parálisis general causada por una riña general. Pues, cuando todo el mundo pretende circular a la velocidad privilegiada de los burgueses, el resultado es que todo se detiene y la velocidad del tráfico en la ciudad cae, tanto en Boston como en París, en Roma como en Londres, por debajo de la velocidad de la carroza; y en horas pico la velocidad promedio en las carreteras está por debajo de la velocidad de un ciclista.
Nada sirve. Ya se ha intentado todo. Cualquier medida termina empeorando la situación. Tanto si se aumentan las vías rápidas como si se incrementan las vías circulares o transversales, el número de carriles y los peajes, el resultado es siempre el mismo: cuantas más vías se ponen en funcionamiento, más coches las obstruyen y más paralizante se vuelve la congestión de la circulación urbana. Mientras haya ciudades, el problema seguirá sin tener solución. Por más ancha y rápida que sea una carretera, la velocidad con que los vehículos deban dejarla atrás para entrar en la ciudad no podrá ser mayor que la velocidad promedio de las calles de la ciudad. Puesto que en París esta velocidad es de diez a veinte kilómetros por hora según qué hora sea, no se podrá salir de las carreteras a más de diez o veinte kilómetros por hora.
Esto ocurre en todas las ciudades. Es imposible circular a más de un promedio de veinte kilómetros por hora en el entramado de calles, avenidas y bulevares entrecruzados que caracterizan a las ciudades tradicionales. La introducción de vehículos más rápidos irrumpe inevitablemente con el tráfico de una ciudad y causa embotellamientos y, finalmente, una parálisis absoluta.
Si el automóvil tiene que prevalecer, no queda más que una solución: suprimir las ciudades, es decir, expandirlas a lo largo de cientos de kilómetros, de vías monumentales, expandirlas a las afueras. Esto es lo que se ha hecho en Estados Unidos. Iván Illich resume el resultado en estas cifras estremecedoras: “El estadounidense tipo dedica más de 1,500 horas por año (es decir, 30 horas por semana, o cuatro horas por día, domingo incluido) a su coche: esto comprende las horas que pasa frente al volante, en marcha o detenido, las horas necesarias de trabajo para pagarlo y para pagar la gasolina, los neumáticos, los peajes, el seguro, las infracciones y los impuestos [...] Este estadounidense necesita entonces 1,500 horas para recorrer (en un año) 10,000 kilómetros. Seis kilómetros le toman una hora. En los países que no cuentan con una industria de transportes, las personas se desplazan exactamente a esa velocidad caminando, con la ventaja adicional de que pueden ir adonde sea y no sólo a lo largo de calles de asfalto.”
Es cierto, añade Illich, que en los países no industrializados los desplazamientos no absorben más que de dos a ocho por ciento del tiempo social (lo cual corresponde a entre dos y seis horas por semana). Conclusión: el hombre que se desplaza a pie cubre tantos kilómetros en una hora dedicada al transporte como el hombre motorizado, pero dedica de cinco a seis veces menos de tiempo que este último. Moraleja: cuanto más difunde una sociedad estos vehículos rápidos, más tiempo dedican y pierden las personas en desplazarse. Pura matemática.
¿La razón? Acabamos de verla. Las ciudades y los pueblos se han convertido en infinitos suburbios de carretera, ya que esta era la única manera de evitar la congestión vehicular de los centros habitacionales. Pero esta solución tiene un reverso evidente: las personas pueden circular cómodamente sólo porque están lejos de todo. Para hacer un espacio al automóvil se han multiplicado las distancias. Se vive lejos del lugar de trabajo, lejos de la escuela, lejos del supermercado –lo cual exige un segundo automóvil para que “el ama de casa” pueda hacer las compras y llevar a los niños a la escuela. ¿Salir a pasear? Ni hablar. ¿Tener amigos? Para eso se tienen vecinos. El auto, a fin de cuentas, hace perder más tiempo que el que logra economizar y crea más distancias que las que consigue sortear. Por supuesto, puede uno ir al trabajo a cien kilómetros por hora. Pero esto es gracias a que uno vive a cincuenta kilómetros del trabajo y acepta perder media hora recorriendo los últimos diez. En pocas palabras: “Las personas trabajan durante una buena parte del día para pagar los desplazamientos necesarios para ir al trabajo” (Iván Illich).
Quizás esté pensando: “Al menos de esa manera puede uno escapar del infierno de la ciudad una vez que se acaba la jornada de trabajo.” “La ciudad” es percibida como “el infierno”; no se piensa más que en evadirla o en irse a vivir a la provincia mientras que, por generaciones enteras, la gran ciudad, objeto de fascinación, era el único lugar donde valía la pena vivir. ¿A qué se debe este giro? A una sola causa: el automóvil ha vuelto inhabitable la gran ciudad. La ha vuelto fétida, ruidosa, asfixiante, polvorienta, atascada al grado de que la gente ya no tiene ganas de salir por la noche. Puesto que los coches han matado a la ciudad, son necesarios coches aun más rápidos para escaparse hacia suburbios lejanos. Impecable circularidad: dennos más automóviles para huir de los estragos causados por los automóviles.
De objeto de lujo y símbolo de privilegio, el automóvil ha pasado a ser una necesidad vital. Hay que tener uno para poder huir del infierno citadino del automóvil. La industria capitalista ha ganado la partida: lo superfluo se ha vuelto necesario. Ya no hace falta convencer a la gente de que necesita un coche. Es un hecho incuestionable. Pueden surgir otras dudas cuando se observa la evasión motorizada a lo largo de los ejes de huida. Entre las ocho y las 9:30 de la mañana, entre las 5:30 y las siete de la tarde, los fines de semana, durante cinco o seis horas, los medios de evasión se extienden en procesiones a vuelta de rueda, a la velocidad (en el mejor de los casos) de un ciclista y en medio de una nube de gasolina con plomo. ¿Qué permanece de los beneficios del coche? ¿Qué queda cuando, inevitablemente, la velocidad máxima de la ruta se reduce a la del coche más lento?
Está bien: tras haber matado a la ciudad, el automóvil está matando al automóvil. Después de haber prometido a todo el mundo que iría más rápido, la industria automóvil desemboca en un resultado previsible. Todo el mundo debe ir más lento que el más lento de todos, a una velocidad determinada por las simples leyes de la dinámica de fluidos. Peor aún: tras haberse inventado para permitir a su dueño ir adonde quiera, a la hora y a la velocidad que quiera, el automóvil se vuelve, de entre todos los vehículos, el más esclavizante, aleatorio, imprevisible e incómodo. Aun cuando se prevea un margen extravagante de tiempo para salir, nunca puede saberse cuándo se encontrará uno con un embotellamiento. Se está tan inexorablemente pegado a la ruta (a la carretera) como el tren a sus vías. No puede uno detenerse impulsivamente y, al igual que en el tren, debe uno viajar a una velocidad decidida por alguien más. En suma, el coche no posee ninguna de las ventajas del tren pero sí todas sus desventajas, más algunas propias: vibración, espacio reducido, peligro de choque, el esfuerzo necesario para manejarlo.
Y sin embargo, dirá usted, la gente no utiliza el tren. ¡Pues claro! ¿Cómo podría utilizarlo? ¿Ha intentado usted ir de Boston a Nueva York en tren? ¿O de Ivry a Tréport? ¿O de Garches a Fontainebleau? ¿O de Colombes a L’Isle-Adam? ¿Ha intentado usted viajar, en verano, el sábado o el domingo? Pues bien, ¡hágalo! ¡Buena suerte! Podrá entonces constatar que el capitalismo-automóvil lo ha previsto todo: en el instante en que el coche estaba por matar al coche, hizo desaparecer las soluciones de repuesto. Así, el coche se volvió obligatorio. El Estado capitalista primero dejó que se degradaran y luego que se suprimieran las conexiones ferroviarias entre las ciudades y sus alrededores. Sólo se mantuvieron las conexiones interurbanas de gran velocidad que compiten con los transportes aéreos por su clientela burguesa. El tren aéreo, que hubiera podido acercar las costas normandas o los lagos de Morvan a los parisinos que gustan de irse de día de campo, no servirá más que para ganar quince minutos entre París y Pontoise y depositar en sus estaciones a más viajeros saturados de velocidad que los que los transportes urbanos podrían trasladar. ¡Eso sí que es progreso!
La verdad es que nadie tiene alternativa. No se es libre de tener o no un automóvil porque el universo suburbano está diseñado en función del coche y, cada vez más, también el universo urbano. Por ello, la solución revolucionaria ideal que consiste en eliminar el automóvil en beneficio de la bicicleta, el tranvía, el autobús o el taxi sin chofer ni siquiera es viable en las ciudades suburbanas como Los Ángeles, Detroit, Houston, Trappes o incluso Bruselas, construidas por y para el automóvil. Estas ciudades escindidas se extienden a lo largo de calles vacías en las que se alinean pabellones idénticos entre sí y donde el paisaje (el desierto) urbano significa: “Estas calles están hechas para conducir tan rápido como se pueda del trabajo a la casa y viceversa. Se pasa por aquí pero no se vive aquí. Al final del día de trabajo todos deben quedarse en casa, y quien se encuentre en la calle después de que caiga la noche será considerado sospechoso.” En algunas ciudades estadounidenses el acto de pasearse a pie de noche es considerado un delito.
Entonces, ¿hemos perdido la partida? No, pero la alternativa al automóvil deberá ser global. Para que la gente pueda renunciar a sus automóviles, no basta con ofrecerle medios de transporte colectivo más cómodos. Es necesario que la gente pueda prescindir del transporte al sentirse como en casa en sus barrios, dentro de su comunidad, dentro de su ciudad a escala humana y al disfrutar ir a pie de su trabajo a su domicilio –a pie o en bicicleta. Ningún medio de transporte rápido y de evasión compensará jamás el malestar de vivir en una ciudad inhabitable, de no estar en casa en ningún lugar, de pasar por allí sólo para trabajar o, por el contrario, para aislarse y dormir.
“La gente –escribe Illich– romperá las cadenas del transporte todopoderoso cuando vuelva a amar como un territorio suyo a su propia cuadra, y cuando dude acerca de alejarse muy a menudo.” Pero precisamente para poder amar el “territorio” será necesario que este sea habitable y no circulable, que el barrio o la comunidad vuelvan a ser el microcosmos, diseñado a partir y en función de todas las actividades humanas, en que la gente trabaja, vive, se relaja, aprende, comunica, y que maneja en conjunto como el lugar de su vida en común. Cuando alguien le preguntó cómo la gente pasaría su tiempo después de la revolución, cuando el derroche capitalista fuera abolido, Marcuse respondió: “Destruiremos las grandes ciudades y construiremos una nuevas. Eso nos mantendrá ocupados por un tiempo.”
Estas nuevas ciudades serán federaciones o comunidades (o vecindades) rodeadas de cinturones verdes cuyos ciudadanos –y especialmente los escolares– pasarán varias horas por semana cultivando productos frescos necesarios para sobrevivir. Para sus desplazamientos cotidianos dispondrán de una completa gama de medios de transporte adaptados a una ciudad mediana: bicicletas municipales, tranvías o trolebuses, taxis eléctricos sin chofer. Para viajes más largos al campo, así como para transportar a sus huéspedes, un conjunto de coches estará disponible en los estacionamientos del barrio. El automóvil habrá dejado de ser una necesidad. Todo cambiará. El mundo, la vida, la gente. Y esto no habrá ocurrido por arte de magia.
Mientras tanto, ¿qué se puede hacer para llegar a eso? Antes que nada, no plantear jamás el problema del transporte de manera aislada, siempre vincularlo al problema de la ciudad, de la división social del trabajo y de la compartimentación que esta ha introducido entre las diferentes dimensiones de la existencia. Un lugar para trabajar, otro para vivir, otro para abastecerse, otro para aprender, un último lugar para divertirse. El agenciamiento del espacio continúa la desintegración del hombre empezada por la división del trabajo en la fábrica. Corta al individuo en rodajas, corta su tiempo, su vida, en rebanadas separadas para que en cada una sea un consumidor pasivo a merced de los comerciantes, para que de este modo nunca se le ocurra que el trabajo, la cultura, la comunicación, el placer, la satisfacción de las necesidades y la vida personal puedan y deban ser una sola y misma cosa: una vida unificada, sostenida por el tejido social de la comunidad. ~
Traducción de María Lebedev, Letras Libres.

8 de mayo de 2011

Fin a estrategia militar contra violencia, reclamo en el Zócalo



Domingo 08 de mayo de 2011


Fin a estrategia militar contra violencia, reclamo en el Zócalo

Al concluir la Marcha por la Paz, se demandó cesar la impunidad, profundas reformas en justicia, esclarecer los casos que más han conmovido a la sociedad y combatir la corrupción en las instituciones que han favorecido la violencia. En su discurso, Javier Sicilia reclamo la salida de García Luna de SSP.

Alonso Urrutia
Publicado: 08/05/2011 18:16

Fin a estrategia militar contra violencia, reclamo en el Zócalo

Sicilia, durante su discurso en la plancha del Zócalo. Ap

México, DF. Al concluir en el zocalo capitalino la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, se convocó a un pacto nacional que contempla, entre otros aspectos: poner fin a la estrategia militar de Felipe Calderón para enfrentar al crimen organizado; que se acabe con la impunidad mediante una profunda reforma de las instituciones de procuración y administración de justicia; esclarecer los casos que más han conmovido a la sociedad; combatir a la corrupción de las instituciones que ha favorecido la situación de violencia que enfrenta el país.

Ante miles de personas, Olga Reyes, parte de cuya familia fue asesinada en Chihuahua y Patricia Duarte, una de las madres de los niños que murieron en la guardería ABC leyeron los alcances del pacto, en tanto que, en el discurso central, el poeta y convocante a la marcha, Javier Sicilia, demandó la renuncia del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. “Queremos un mensaje del presidente en donde patentice que nos oyó, con esa renuncia”.

Durante poco más de una hora y media, se efectuó el mitin con el que concluyó la marcha iniciada el jueves pasado en Cuernavaca, y en el cual, Sicilia cuestionó: “¿Por qué permitimos al presidente Calderón sacar al Ejército a las calles y desatar esta guerra absurda?”.

En su intervención cuestionó la complicidad por omisión o acción en que han incurrido los partidos político, en el crecimiento del crimen organizado, censurando hechos como el haber introducido subrepticiamente a un personaje al Congreso para conferirle el fuero como ciudadano, a sabiendas de que estaba vinculado con el crimen organizado.

Sicilia dijo que partidos, gobernantes, jerarcas religiosos, poderes fácticos han permitido el crecimiento de una situación intolerable que ha dejado miles de muertos inocentes. Insistió en que la marcha por la Paz con Justicia y Dignidad se hizo en silencio, porque el dolor y la indignación es tan grande que ya no hay palabras como describirlas.

Anticipó que si no hay una limpieza en los partidos políticos de sus miembros que de alguna manera coludidos con el crimen organizado, por lo que sin una limpieza total de sus filas y un compromiso con la ética política, los ciuddanos tendremos que preguntarnos por qué cartel o por qué poder fáctico tendremos que votar en el 2012.

El poeta se cuestionó por qué se ha permitido al punto de que en las carreteras de Tamaulipas o de Durango se asesine a los migrantes. Exigió también que Estados Unidos asuma su parte, porque en la lógica actual tiene una perversa ganancia mediante las ganancias que le dejan el lavado de dinero o la industria armamentista, mientras mantiene elevados consumos de droga en ese país.

Clamó por que se escuche a la sociedad que clama por un cambio radical en el país que permita reconstruir el tejido social que ha sido destrozado por la corrupción, la violencia y el crimen organizado. Dijo que es necesario ofrecerle mayores oportunidades a los jóvenes para que sus opciones no sólo sean ser víctimas o reserva del ejército del crimen organizado.

Asimismo, cuestionó la pretensión del Congreso de la Unión de pretender aprobar una Ley de Seguridad Nacional donde el único enfoque es militarista, pretensión que se hizo a espaldas de la sociedad y de las organizaciones de derechos humanos. Lamentó que la lógica de legislar de los partidos sea a través del chantaje de los cálculos políticos y administrativos.

Por todo ello, en el pacto promovido se planteó, entre otros aspectos, una política social que favorezca el crecimiento de las oportunidades de estudio y trabajo para las jóvenes. Esto, vinculado a una demanda de que se ponga fin a la militarización, a fin de tener un enfoque diverso respecto a lo que representa el crimen organizado.

2 de mayo de 2011

Convocamos a todos los ciudadanos a apoyar la marcha silenciosa organizada por Javier Sicilia‏



INVITAMOS A TODA LA CIUDADANÍA A PARTICIPAR EN LA MARCHA SILENCIOSA CONVOCADA POR JAVIER SICILIA, POR LA JUSTICIA, LA PAZ Y LA DEMOCRACIA.

La marcha que se inicia en Cuernavaca el día 5 de mayo y que culminará el día 8 de mayo en la Ciudad de México, tiene el itinerario siguiente:

EL TRAYECTO DE LA MARCHA EL DIA 8 ES COMO SIGUE:

07:00 horas Rueda de prensa con Javier Sicilia
07:00 horas Desayuno en el CU
08:00 horas Salida de la marcha desde el Centro Cultural Universitario (por confirmar),CU
Insurgentes-Avenida Universidad-Eje 10-División del Norte hasta Churubusco (Gimnasio Olímpico)
11:00 horas Descanso – Refrigerio
Incorporación de contingentes después de los que encabezan la marcha
12:00 horas Eje Central hasta SCT (antes SCOP) en Eje 4
13:00 horas Descanso – Refrigerio
Incorporación de contingentes después de los formados
14:00 horas Por Eje Central hasta Palacio de Bellas Artes
16:00 horas Descanso – Refrigerio
Incorporación de contingentes después de los formados
16:30 horas Por 5 de Mayo hasta Zócalo
17:00 horas Mitin con familiares de víctimas y víctimas
Lectura de documento de la Marcha por la Paz
Palabras de Javier Sicilia

Muchos ciudadanos hartos del baño de sangre y de tanta infamia en contra de inocentes, producida por una mala estrategia en el combate contra el narcotráfico, nos reuniremos para marchar todos juntos en:

NOS ENCONTRAREMOS EL DOMINGO 8 DE MAYO A LAS 13:00 HORAS EN LA SECRETARÍA DE COMUNICACIONES Y TRANSPORTE, ANTES (SCOP) EN EL EJE CENTRAL.

PUNTO DE ENCUENTRO: FRENTE A LA PUERTA DEL EJE CENTRAL, CERCA DE LA TORRE DE COMUNICACIONES DE LA SCT. FAVOR DE SER MUY PUNTUALES.

RECOMENDACIONES:

1.- Llevar pancartas, mantas, posters, etc. que expresen la indignación, recordemos que la marcha será silenciosa.
2.- Llevar sombrero o forma de protegerse del sol.
3.- Llevar los alimentos y líquidos acostumbrados.
4.- Llevar zapatos adecuados para caminar comodamente.

Saludos,

Adriana Matalonga: VOTO NULO ------> QUE SE VAYAN TODOS



1 de mayo de 2011

MARCHA POR LA PAZ. D.F. 8 DE MAYO

LAS TRAMPAS DE LA VELOCIDAD: ECOLOGÍA DEL TIEMPO Y EL LUGAR Presentación para el seminario Transporte, Ciudad y Cambio Climático

LAS TRAMPAS DE LA VELOCIDAD: ECOLOGÍA DEL TIEMPO Y EL LUGAR
Presentación para el seminario Transporte, Ciudad y Cambio Climático

13 de abril de 2011

Qué pasa con los transportes

A pesar del histórico ocultamiento de la información relevante sobre los transportes se multiplican las denuncias sociales en su contra en todo el mundo; se les atribuye: un excesivo numero de muertos y discapacitados: una guerra de baja intensidad; una sobrada contaminación del aire; una exorbitante pérdida de tiempo social: vivir para transportarse; una contribución desmedida al desastre climático mundial; una alteración perniciosa del uso del suelo: todos nos volvemos migrantes; una enorme contribución al ruido; una ocupación del suelo calamitosa; el auto devora a la ciudad; una tremenda segregación de los grupos sociales vulnerables: no todos motorizados, no todos enferman y mueren igual; una mortandad exorbitante de animales: extinguir ya la biodiversidad; un consumo excesivo de combustibles fósiles: petrolización hasta la muerte; una desmedida transferencia de riqueza a los mas poderosos o  una causa central en el empobrecimiento de la mayoría de la población: un mega bombeo de dinero hacia arriba; son una causa principal del desplome de la calidad de vida: no tenemos tiempo para nada; ser uno de las actividades más destructivas del mundo: muere la vida en todo lugar cercano al transporte; impulsan poderosamente las crisis que enfrenta la humanidad: fin del petróleo barato, cambio climático, hambre, miseria, desempleo, enfermedad, locura. Entramos ya a la era de la hipermovilidad: cada día habrá más distancia que recorrer; cada día perderemos más tiempo en el transporte cotidiano. Con el tiempo perdido en los transportes urbanos se aniquila la vida de las familias,  comunidades, barrios, colonias; se destruye el tejido social y se extermina la convivencia humana, esencia de las ciudades.   Los transportes modernos contribuyen desmedidamente al desquiciamiento ecológico, social, económico, político y simbólico del mundo: son uno de los grandes fracasos de la ciencia y la tecnología. Además, los transportes son el brazo armado de la urbanización.

Qué pasa con las ciudades

La urbanización se convierte en la época moderna en el cáncer de las ciudades, pues mata su esencia: la convivencia creativa.  La conglomeración de actividades industrializadas, la verticalización abusiva (torres o rascacielos), la terciarización o cambio de uso del suelo y la pendularidad de los usuarios del transporte: los conmuters, crean un ambiente contrario al diálogo, al encuentro de las personas, al buen uso del tiempo y del lugar. Los tiempos cortos matan los tiempos largos; los sitios chatarra– los llamados no lugares, sin diversidad y sin identidad, iguales en todo el mundo, creados por los transportes, aniquilan la vida de los barrios y de la ciudad. La pavimentación, sustento de la velocidad con ruedas de hule, rompe nuestro contacto con la Tierra, destruye el balance ecológico benéfico, produce deletéreas islas de calor,  impide la recarga de los acuíferos, fomenta la velocidad letal. La urbanización invade ahora con rapidez cualquier pradera, bosque, barranca, arroyo, humedal, área de vida silvestre o de cultivo. A consecuencia de las tensiones creadas por la desquiciada urbanización que padecemos, las ciudades se han convertido en verdaderos infiernos de los que todo mundo quiere huir en la primera ocasión a la mano: se han convertido en grandes campos de concentración de consumidores cautivos para beneficio único de la industria y de las empresas transnacionales.  Las ciudades ya contribuyen con más del 60% de las emisiones de GEI que producen el desastre climático. Construimos una esperpéntica “aldea global” que será la tumba de las ciudades y del ser humano. La competitividad y la productividad corren en sentido contrario a la supervivencia humana y a la biodiversidad.

Qué pasa con el cambio climático

Utilizar la expresión cambio climático es una forma engañar o de engañarnos, de ocultar la realidad: lo que sucede con el clima en la Tierra debe describirse mas bien como un desastre o una catástrofe climática: la acumulación de  GEI en la atmosfera es ya tan grande que ha rebasado un cierto umbral de no retorno en el que toma fuerza un proceso de alteración climática tan rápida que inevitablemente nos conducirá en las próximas décadas a cambios climáticos impredecibles, abruptos, caóticos, extremos que pueden llevar a la desaparición de una buena parte de la humanidad o a toda ella en este siglo; esta situación nos obligaría a reducir inmediatamente a cero nuestras emisiones de GEI, a parar virtualmente los transportes y el mundo económico, tal como lo conocemos. Desafortunadamente, no podemos esperar que se realicen estas acciones debido a los intereses económicos y políticos que enfrentamos. No obstante, debemos hacer todos los esfuerzos a nuestro alcance para hacer las mayores reducciones en la producción de GEI, en el menor tiempo posible; eliminar en el menor tiempo posible el consumo de hidrocarburos, gran responsable del desastre climático de la Tierra, para reducir el ingente sufrimiento que espera  a la humanidad en las próximas décadas. Los transportes han estado entre los principales responsables de la catástrofe climática que enfrentamos, pues consumen una cantidad de energía cercana al 30-35 % del total de la energía que se consume en el mundo, si consideramos, desde luego, el consumo de energía en la fabricación y chatarrizaciòn de los transportes. Petróleo y transportes han sido una mancuerna tóxica de más de un siglo. El automóvil, entre todos los transportes, es emblemático de la forma más destructiva de movilidad humana en el mundo, debido a sus encantos y sus promesas.   

Qué nos han prometido los transportes

Para compensar los irreparables daños que ocasionan, los transportes industriales nos han prometido los siguientes beneficios:

·        Igualdad entre los ciudadanos

·        Progreso, desarrollo, enriquecimiento social

·        Velocidad para todos, por la velocidad misma. 

·        Accesibilidad sin límites.

La velocidad ha sido el mayor atractivo de los transportes industriales; la ventaja tecnológica que permite reducir el tiempo de un viaje y, sobre todo, realizar mayores intercambios mercantiles; el signo de la productividad, del crecimiento, del progreso y del desarrollo. La velocidad ha sido uno de los dioses de la modernidad: siempre ha querido  Más, Más Grande y Más Rápido; en estos valores se han apoyado las decisiones mundiales desde hace más de dos siglos. Por más de un siglo el dogma ha sido “time is Money”.  El argumento de fondo  en la venta de autos  y en la propaganda para introducir nuevas infraestructuras de transporte urbano e interurbano ha sido la velocidad que prometen desarrollar a sus poseedores o usuarios. La velocidad no se vuelve central en el mundo sino con las tecnologías de desplazamiento. Los automóviles de hoy en día nos prometen viajar a velocidades mayores a 200 kph; el Metro a más de 80kph y los trenes de gran velocidad a 450 kph. Las carreteras europeas fomentan velocidades superiores a 150 kph. Las vías rápidas o freeways de las ciudades nos prometen velocidades sostenidas mayores a 90 kph, pero, podría viajarse en ellas a más de 200 kph. Los distribuidores viales y los deprimidos nos ofrecen eliminar los embotellamientos en muchas zonas críticas de la ciudad. Los “planes para la movilidad integral” de los gobiernos nos ofrecen dar soluciones a la movilidad en grandes zonas urbanas, como el poniente del Distrito Federal. Promesas de solución a los problemas de los transportes con nuevos diseños no han faltado, tanto de los gobiernos de las ciudades, como de entusiastas urbanistas y expertos de la movilidad urbana; mucho menos de aquellos charlatanes que hablan de la “movilidad sustentable”, una nueva forma de hacer grandes promesas y negocios. Siempre hay nuevos transportes industriales que vender, nuevas tecnologías que introducir; sobre todo siempre hay nuevos parajes y territorios de la vida silvestre que urbanizar.

Que ha sucedido en la realidad con los transportes

En los hechos, los transportes registran los siguientes problemas:

·        Están entre las causas centrales de la emergencia del cambio climático, muy especialmente por el uso del automóvil, del avión y de los trenes de alta velocidad. El transporte depende en un gran porcentaje de los hidrocarburos, causa principal del desastre climático. Está muy difícil reemplazarlos.

·        Más del 70 % de la contaminación del aire y del ruido de las ciudades. Una ingente cantidad de muertes prematuras y enfermedades pulmonares debidas a esta contaminación del aire. Las ciudades se vuelven muy letales para los niños, los discapacitados, los ancianos, los enfermos.    

·        Colosal ocupación del suelo; hasta un 60 % del suelo urbano en Los Ángeles, California y al menos un 40% en los nuevos desarrollos urbanos. Las grandes vialidades, los estacionamientos, los servicios para los autos y los transportes, los espacios para la venta de autos, refacciones, deshuesaderos, los chatarrizadores, etc,  devoran el suelo urbano.

·        Gran mortandad de animales en carreteras, causa principal de la desaparición de mamíferos, como el Tigre de California o el Lince español; también, en las ciudades, la excesiva muerte de mascotas y  animales feriales.

·        Demasiada mortalidad por accidentes de tráfico; es una guerra de baja intensidad que mata mas personas al año que todas las guerras; es la primera causa de muerte violenta para los jóvenes. Las principales víctimas: los peatones y los ciclistas.

·        Alejan todos los destinos, producen una aguda segregación espacial, un aumento continuo de las distancias recorridas, al tiempo que hacen crecer sin parar la mancha urbana, inclusive en las ciudades que tienen  demografía declinante. Los trayectos urbanos implican frecuentemente recorrer el doble o el triple de la distancia en línea recta. Para crear engaños de velocidad, se construyen demasiados rodeos, como: vías rápidas, distribuidores viales, periféricos que alargan mucho las distancias. Crean barreras espaciales que alejan los destinos cercanos, para favorecer los viajes largos: crean lejanías artificialmente.

·        Profundizan la discriminación social: las consecuencias negativas del transporte no afectan a todos por igual: peatones, ciclistas, niños, ancianos, indígenas, campesinos, empobrecidos, sufren excesiva violencia y reciben demasiadas emanaciones tóxicas, por parte de los transportes. El transporte crea formidables privilegios a una pequeña minoría que tienen enormes costos sociales. El automóvil impone su ley en el espacio público y sólo es utilizado por una pequeña minoría en los países empobrecidos, como México. Gobiernos y grandes empresarios se empeñan en eliminar la capacidad de caminar del ser humano, por motivos inconfesables. El automovilista tiene mucho mayor poder político que el no motorizado; exige subsidios y concesiones legales y normativas desquiciantes: está habitualmente histérico.

·        Desmedido tiempo social absorbido por el transporte: vivir para moverse; Una tercera parte del tiempo social dedicado a la movilidad cotidiana en los países poderosos; bastante más en los países empobrecidos; como México: mas de cuatro horas para las clases trabajadoras, en la mayor parte de las megalópolis. Las sociedades pre industriales nunca dedicaron a la movilidad mas del 8% de su tiempo.

·        El ser humano consume entre 200 y 300 calorías en actividades físicas; en EUA la energía utilizada en los transportes equivale a 350 esclavos por persona.
Además, los transportes registran otros graves inconvenientes:

·        El automóvil consume más dinero que la alimentación.

·        El auto representa entre el 25 y el 35 del ingreso total de empleado.

·        El urbanismo vehicular fabrica distancias artificialmente y convierte a la mayor parte de la población en usuario cautivo. Todos los usuarios, ricos y pobres, son cautivos del urbanismo industrial, pero, la gama de prisiones va de la jaula dorada a la mazmorra insalubre. El rico puede dominar el espacio urbano, el pobre es prisionero de él.

·        Mientras  más infraestructura de transporte, más perdida de tiempo.

·        La aceleración de unos ciudadanos: una muy pequeña minoría, disminuye la movilidad de otros: la gran mayoría. Los transportes producen la velocidad paralizante.

·        La pendularidad urbana, el diario viaje de ida y vuelta del trabajo, es una de las columnas del crecimiento económico; es el engrandecimiento progresivo de la orbita cotidiana de millones de habitantes de las ciudades, los pendulares, que permite, allí donde los terrenos son baratos, concentrar las viviendas, los suburbios dormitorios, lejos de las oficinas, ensanchar el área de atracción de los centros comerciales y volver creíble la ilusión de los rendimientos de escala. La pendularidad es una actividad deliberadamente fomentada por los gobiernos y los grandes empresarios, por motivos abominables.

·        El transporte convierte a todos los objetos en mercancía, y esto  incluye a los seres humanos. El Homo economicus es el Hombre Unidimensional del que hablaba Marcuse: un hombre que ha perdido el sentido de la vida. El transporte de personas, al contrario del destinado a mover mercancías, es puesta en movimiento de seres capaces de moverse por sí mismos. Crear obesos con los transportes es otro propósito gubernamental y empresarial muy logrado en México.

Cómo opera la velocidad paralizante de los transportes

Presionados por los grandes empresarios y los políticos poderosos, los técnicos del transporte ensayan y perfeccionan desde hace muchas décadas una gran cantidad de técnicas y diseños que prometen solución al transporte urbano, pero,  que finalmente producen el fenómeno de la velocidad paralizante: aquella velocidad de unos pocos que produce la lentitud en el transporte a la gran mayoría de la población humana. Experimentan y perfeccionan autos, camionetas, autobuses, Metros, Metrobuses, trenes elevados, trenes de cercanías, para servir al transporte de personas en zonas urbanas; diseñan y ensayan infraestructuras que permitan dar apoyo al uso de estos vehículos de gasolina, como: calles anchas, bulevares, grandes avenidas, diagonales, circunvalaciones, viaductos, periféricos, circuitos interiores, ejes viales, pasos a desnivel, distribuidores viales, deprimidos, túneles,  segundos pisos, supervías, vías rápidas, freeways. Tres ejemplos de malignos sistemas de transporte:

1.-  Trenes de cercanías o suburbanos: elevan los precios de los terrenos en la zona rural; impulsan las urbanizaciones en estas zonas; ayudan a la deportación de los residentes de las zonas centrales de las ciudades; fomentan el aumento de las distancias y los tiempos dedicados al transporte.

2.-  Metro, Metrobus, camiones: tienen efectos similares, a los trenes de cercanías o suburbanos, a los que sirven de soporte para su expansión; solo una pequeña minoría vive cerca de una parada de Metro o Metrobus y sólo una minoría trabaja cerca de ellas; habitualmente es necesario utilizar un transporte alimentador, como lo es un microbús o un autobús, para acceder al Metro o al Metrobus, lo que obliga frecuentemente a muy importantes perdidas de tiempo por el cambio de modo de transporte. Estos grandes colectivos no van habitualmente al lugar al que queremos llegar; fomentan los viajes a largas distancias, a costa de la accesibilidad y desde luego ayudan a despoblar el centro de la ciudad y poblar la zona rural.

3.- El auto: por la gran cantidad de metros cuadrados de vía pública que requiere una o dos personas para circular en auto, rápidamente se  congestiona el trafico; al no poder circular mas allá de 30 kph en la trama antigua (hipodámica) de la ciudad, exige “vías rápidas”, las que requieren mucho espacio y cortan todas las transversales, lo que favorece los viajes largos en la ciudad a costa de frenar los viajes cortos; finalmente, el auto acaba circulando en muchas ciudades a unos 12 kph; en la ciudad de México, no pasa de 9 kph en horas laborables, mucho menos de lo que se hace en bicicleta o lo que haría a caballo un jinete hace mas de un siglo. Sin embargo, los privilegios al uso del auto introducidos por la inicua urbanización moderna, producen lentitud en los transportes colectivos. La velocidad del auto se consigue con la lentitud del colectivo.

Dos ejemplos de infraestructuras de transporte perversas:

1.- Ejes viales, avenidas y calzadas: Uno o dos minutos de luz verde en un sentido y breves luces verdes en el sentido de calles transversales, fomentan los viajes a larga distancia a costa de los viajes cortos; es mas fácil ir al otro lado de la ciudad que viajar a las colonias vecinas; se eleva enormemente el riesgo de accidentes: los niños, los ancianos pierden autonomía: las mujeres se convierten en choferes de niños y ancianos.  Las facilidades para el uso del auto, inducidas por los ejes viales, segundos pisos, supervías, unidas a los crecientes riesgos de caminar o andar en bici y al aumento en la lentitud de los colectivos obliga a una buena parte de la población a comprar más autos, lo que en circulo vicioso acaba haciendo mas lenta la circulación general. Por otra parte, los residentes de las viviendas frente a avenidas, calzadas, ejes viales o vías rápidas, afectados por el ruido, la inseguridad y la contaminación, hacen lo posible por abandonarlas, lo que fomenta el cambio en el uso del suelo y el despoblamiento de las zonas centrales de la ciudad.

2.-  Distribuidores viales, deprimidos, segundos pisos, supervías: Crean  fantasías de velocidad; fabrican la paradoja de acercar puntos y alejar destinos: puedo llegar mas rápido a Tlalpan, pero ya no puedo llegar pronto a donde quiero llegar pues todo queda ahora muy lejos: centros de trabajo, estudio, salud, tramites, amigos, familiares. Promueven la motorización excesiva de la población: todo mundo un auto: pocas personas congestionan diariamente las grandes vialidades sin que paguen por el daño que ocasionan y sin que se busque reglamentar este abuso; es decir: reducir estas manifestaciones de autos, como se quiere hacer con las manifestaciones de personas.  El enorme costo de las infraestructuras para el uso del auto lo pagan en su mayor parte las futuras generaciones y los que no tienen auto. Las infraestructuras para el uso del auto representan uno de los mayores fraudes en lo que concierne a velocidad, calidad de vida y protección de la Naturaleza. El auto, el gran fraude de la velocidad, es la causa principal del desquiciamiento del transporte urbano y el desplome de la calidad de vida en la ciudad.
Estos efectos malignos o perversos de los sistemas de transporte son rigurosamente ignorados por los técnicos, urbanistas, ambientalistas, tecnócratas, expertócratas y políticos desarrollistas, pues arriesgan sus ingresos y su futuro, sin embargo, si fueran seriamente estudiados virtualmente serían desmantelados estos sistemas y abandonada la producción de estos transportes que se han impuesto a espaldas de la ecología y de la cultura. No hay solución al transporte urbano dentro del marco convencional dominado por el uso del auto en la ciudad.

La velocidad como principal signo de la destrucción de la cultura y las bases de la subsistencia humana

Ya sea en avión, en una supercarretera o en un tren de alta velocidad, el que se permite el lujo de una gran velocidad siempre consume trabajo humano de otros. Cuanto mas rápido es su vehículo, mas trabajo consume. Con sus piernas el hombre puede recorrer cuatro, cinco o seis kilómetros en una hora. Los transportes permiten reemplazar el tiempo pasado en caminar por horas de trabajos de otras personas: el automovilista, por ejemplo, capitaliza bajo sus nalgas el trabajo de obreros de Nissan, Ford y otras empresas, de los trabajadores de Pemex, de los empleados de gasolinera, sin contar el fisco, los jueces y los agentes de transito.

Sabemos ya que las prótesis técnicas de la desnaturalización del territorio que hemos analizado nos llevan igualmente a la aniquilación de los sitios del mundo. Estamos a punto de perder el mundo a causa de la velocidad porque reduce cada día más el medio ambiente mundial a la nada. La ecología del tiempo es por lo tanto la ecología del espacio o del sitio o del territorio. Nuestra sociedad de crecimiento ha desarrollado prótesis técnicas para la desnaturalización de los lugares, con la generalización de las vías de comunicación que “penetran” zonas urbanas, y bulevares periféricos que cortan, laminan, filamentan el tejido urbano, con esta civilización del auto responsable del alejamiento de los lugares de realización de las grandes funciones humanas( hábitat, trabajo, diversiones), con la ruina de los comercios de proximidad, de las diversiones de proximidad, con la dictadura del modelo urbano que hunde a la ruralidad en la crisis.

Estas técnicas o medios modernos suprimen el espacio real de las distancias. Es mas rápido tomar una tangente que ir derecho. Esta desnaturalización del territorio que conduce a eso que el espacio técnico le quita al espacio geográfico (social, político, cultural) priva al hombre de una parte de su dimensión simbólica e institucional. El individuo económico se produce “fuera del suelo” (sin tierra, sin arraigo) como las plantas hidropónicas. Esta desterritorialización es generadora de incomprensión y de violencia. Nada mas característico de la “aldea global” que esos “no lugares” que son los aeropuertos internacionales La aldea global es el horror; es el guetto mundial.

En la antigüedad ya la velocidad era un gran recurso en la guerra, en los juegos, en las competencias; sin embargo, también ha sido históricamente el gran recurso del mago, del ladrón, del pirata, del estafador, del engañador, del político, del técnico y desde luego, de la economía. Todo cambia en un territorio cuando aumenta la velocidad a la que se desplaza un vehículo  o nuestro cuerpo. Los accidentes de tráfico representan una consecuencia muy importante de la velocidad, ya que diversos estudios han mostrado que la simple reducción de 100 kph a los 90 kph en las carreteras y en zonas urbanas de 60 kph a 50 kph, el número de muertos y heridos podría descender hasta en una tercera parte

Conclusiones

El tiempo perdido en los transportes cotidianos es el mejor índice de la degradación de la movilidad urbana y por ende es el concepto que más ocultan los gobiernos; nos quieren vender velocidades puntuales para crear la fantasía que mejoramos.

Los transportes dislocan nuestra percepción del tiempo y del territorio: A diferencia de las antiguas sociedades, la sociedad  moderna tiene una concepción y una práctica del tiempo estrechamente relacionada a la economía: el tiempo es dinero.  El hombre económico ha tenido por vocación la emancipación del tiempo natural. Sin embargo,  la velocidad reduce el territorio a la nada; vacía el mundo de sus cualidades; es el envejecimiento del mundo porque nos impide darnos cuenta de nuestra propia muerte, de la desaparición de especies, del agotamiento de los recursos. Pero, se ha ignorado la velocidad para interesarse en el tiempo y la duración. La velocidad se ha convertido en una noticia absoluta. La velocidad ha suprimido la noción de viaje por la noción de desplazamiento, es decir: de flujo (adopción de un término técnico) de una masa o mercancía que puede concentrarse, canalizarse, dispersarse.

La velocidad es la cara oculta de la riqueza. Toda aceleración de algunos se corresponde con el freno a otros. Todo aumento de la velocidad engendra siempre una transferencia de poder de los miembros más lentos hacia los más rápidos es decir de los más pobres a los más ricos. Es necesario inventar técnicas para fomentar la lentitud. Nuestro programa es uno de introducir lentitud; dar prioridad a los tiempos largos sobre los tiempos cortos; privilegiar los tiempos naturales sobre los tiempos mecanizados. El hombre debe recuperar la medida de todas cosas; el tiempo mecánico de la industria o el virtual de la finanza no puede sino degradar lo humano al rango de un hombre-maquina.

Los lugares se tornan más banales de un lugar a otro en el planeta. La ubicuidad planetaria, cara a los ideólogos del sistema, reproduce por todos lados las mismas zonas monofuncionales que componen subsistemas vivos de acuerdo con su lógica y su ritmo. Consecuencia: la ciudad se disuelve en tanto que comunidad de vida. Tenemos necesidad de una nueva antropología del territorio. Debemos generalizar la critica del “espacio chatarra” de las ciudades modernas industrializadas. Hay que terminar con esta civilización urbana, lo que supondría regresar a “concentraciones urbanas” humanamente viables. Los efectos de umbral cuentan: la red mundial de ciudades lentas, limita voluntariamente su crecimiento demográfico a 60,000 personas. Mas allá de eso se vuelve imposible hablar de local y de lentitud. Es sin embargo ilusorio pensar en salir de este “espacio o sitio chatarra” si no se tienen en cuenta la incapacidad del capitalismo de tener una política del espacio por su incapacidad de representarse (del hecho de su pesada tendencia a la des simbolización y a la des institucionalización). La ciudad capitalista no se representa se presenta; se extiende. La sociedad económica se desarrolla como un cáncer a través de las formas que impone: Esta ciudad capitalista no es un lugar para vivir sino una “villa genérica” es decir una substancia urbana proliferante, sin límites, sin centro ni periferia, que repite al infinito el mismo módulo estructural según una lógica fractal. Esta ciudad genérica es amnésica como si hubiera surgido de ninguna parte.

Descolonizar el imaginario social.  El culto a la velocidad ha generado un verdadero espectáculo de la velocidad; el espectáculo, no la velocidad es lo que cuenta en los transportes: se sabe que la velocidad real de un auto es inferior a la de una bici en la ciudad, sin embargo, la mitificación del auto, como signo de “superación social”, de jerarquía social, de feminidad o masculinidad, lo convierten en el transporte más deseado por la mayoría de la población. Por medio de la publicidad y la mercadotecnia; por medio de la escuela; por medio del consumo de la cotidianidad moderna, se han creado nuevos valores: se ha colonizado el imaginario social, lo que hace muy difícil el rescate de las mentes, del tiempo y del territorio Descolonizar el imaginario, implica recuperar nuestra innata capacidad de caminar y pensar, como decía el griego Peripathos, “al ritmo de nuestros pasos” y proteger nuestros lugares de la invasión de los execrables sistemas transportes que nos venden con el engaño de la velocidad.

Miguel Valencia Mulkay
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