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28 de febrero de 2011

Agresiones del Neoliberalismo

Agresiones del neoliberalismo

Marieta Manso




Dice Hugo Blanco, líder indígena campesino peruano, que la resistencia indígena está durando más de 500 años, desde que comenzaron a ser aplastados, pero que ahora se nota más porque nunca ha sido tan fuerte el ataque contra su vida.

Un ataque que se da de muchas formas:

Minas a cielo abierto,

Presas hidroeléctricas,

Empresas de extracción de petróleo,

Tala de la selva para plantaciones agroindustriales o ganadería.

Todo lo que mata la selva, los mata a ellos.

Marieta Manso


23 de febrero de 2011

"Hay que Destruir el Aparato Tecnológico"

ENTREVISTA | JOHN ZERZAN, TEÓRICO DEL ANARQUISMO PRIMITIVISTA
“HAY QUE DESTRUIR EL APARATO TECNOLÓGICO”

Conversamos con el filósofo John Zerzan sobre alternativas al desarrollo industrial y al modelo de progreso económico vigente en la sociedad de masas.

Ástor Díaz Simón (Redacción)

Miércoles 10 de febrero de 2010.  Número 119
                                                          Foto: Olmo Calvo.

DIAGONAL: En una entrevista reciente decías que están surgiendo planteamientos que cuestionan eficazmente la modernidad y el progreso. ¿Qué opinión tienes del movimiento del decrecimiento y su capacidad de respuesta a la crisis económica global?

JOHN ZERZAN: Hace un par de años, en Barcelona, hubo una discusión considerable, sobre todo desde grupos franceses, de esta tendencia. Algunos aspiraban a integrarse en el juego parlamentario, lo que considero mala idea, y no sé qué grado de radicalidad implica su propuesta. Por un lado, algunos de sus conceptos no van demasiado lejos, como las “ciudades lentas”, la “alimentación lenta” o la idea de simplificación. Por otro, no tienen mucho alcance porque carecen de crítica sobre la totalidad del fenómeno. Todo el mundo va en la dirección del crecimiento industrial descontrolado: China, India y otros muchos países avanzan con rapidez hacia esta realidad. Así pues, el decrecimiento puede ser deseable, pero hay que plantear una lucha concreta contra todas estas dinámicas, instituciones y fuerzas que empujan en la otra dirección. Creo que promueven algo sano, pero, si optan por la vía de integración en partidos verdes y demás, creo que su enfoque quedará comprometido por la dinámica de partidos, aunque tal vez sean capaces de encontrar una vía alternativa.

D.: ¿Cuál sería tu acercamiento teórico a esta lucha?

J.Z.: El antiindustrialismo. Si no nos ocupamos de este problema, estamos evitando encarar la manifestación principal de la sociedad de masas, que ya tiene una vigencia de 9.000 años. No podemos sino reconocer una realidad que no hace feliz a casi nadie, ante la que están reaccionando grupos humanos en todos los continentes, en todos los países. La sociedad industrial envenena el aire, conduce a la esclavitud a millones de personas, acaba con los pueblos indígenas y sus formas de vida. Y hoy en día ni siquiera se trata de esconder su verdadera naturaleza; sus agentes operan a la luz del día. Copenhague ha sido un desastre completamente predecible y Obama es otro Bush; parece que definitivamente se ha terminado la ilusión y tal vez ahora nos podamos enfrentar con nuestros problemas verdaderos.

D.: ¿Qué opinión te merece internet? ¿Es un síntoma de domesticación o tiene un peso específico como herramienta transformadora?

J.Z.: Creo que ambas cosas. No sé aquí, pero en EE UU pasamos nuestra vida frente a la pantalla. Somos adictos a este tipo de interacción, supongo que por el nivel de desamparo existente. Hoy un amigo es alguien a quien probablemente nunca hayas visto en persona, vamos a todos lados con el móvil en la oreja. Parece que nadie quiere estar presente en este mundo arrasado, siempre estamos en otra parte. Pero no existe otra parte. Este mundo se define por la tecnología, la tecnocultura se expande con gran velocidad, a pesar de ser económicamente excluyente. Y en la base de este proceso está el posmodernismo, que se caracteriza por la adopción incondicional de la tecnología, así como por la pérdida de las ideas de causalidad, valor o significado. Sólo deja espacio a lo momentáneo y trivial.

D.: ¿Crees que este sistema se ha implementado desde arriba o se trata de una deriva que nos hemos trabajado nosotros mismos?

J.Z.: Creo que esta situación proviene de nuestro sistema de consumo. Y será imposible abordar el problema eficazmente sin aplicar una crítica radical a este fenómeno, porque la tecnología en sí es neutral. Si no politizamos la cuestión de su uso y las raíces de su existencia es imposible frenar esta situación. Los efectos negativos de este modelo son visibles en la salud física y mental de nuestra sociedad. Por ejemplo, el fenómeno de los tiroteos en escuelas e instituciones. Estas manifestaciones patológicas se producen en los países más desarrollados –EE UU, Finlandia o Alemania–, como síntomas de una sociedad disfuncional, del vacío de un mundo uniformizado que está acabando con la idea de comunidad y tantos otros conceptos importantes en nuestra vida. Mientras sigamos apostando por una sociedad tecnológica de masas, como hace la izquierda, no seremos capaces de librarnos de todo este lastre y regresar a una experiencia directa del mundo.

D.: ¿Y cómo enfrentar el proceso práctico de cambiar el modelo?

J.Z.: Poniendo el problema sobre la mesa, dándole la relevancia que merece e insistiendo en el papel central que debe jugar en la discusión pública. Nuestra postura implica destruir todo el aparato tecnológico antes de que nos destruya y de que elimine todo valor y textura de la vida. Se trata de reconectar con la tierra, por ello nuestra inspiración fundamental son los modos de vida de los pueblos indígenas.

D.: ¿Qué harías si el sistema cayera mañana y tuvieras la oportunidad de intervenir e implementar cambios concretos?

J.Z.: El problema es que la mayor parte de la población de las grandes ciudades moriría en tres días. No duraríamos mucho sin energía, con los alimentos pudriéndose, sin habilidades para sobrevivir y con el instinto atrofiado. No sabríamos qué comer, qué planta es cuál, como hacer fuego, buscar agua, refugio... Nos tenemos que preparar para ese proceso, porque la ciudad es artificial e insostenible, y no representa el mundo al que nos enfrentaremos cuando el sistema se detenga... Además, poseer esas herramientas de supervivencia empodera políticamente, da sensación de autonomía. Si quieres salir del sistema, pero no tienes estos conocimientos, al final seguramente no des el paso.

13 de febrero de 2011

“EL HAMBRE Y LA CARESTÍA ENCIENDEN LA REBELDÍA DEL MUNDO”

“EL HAMBRE Y LA CARESTÍA ENCIENDEN LA REBELDÍA DEL MUNDO”


Con el firme objetivo de invitar a la reflexión en torno a identificar no sólo el problema que ha unido a miles de personas y los ha sacado a las calles a expresar su reclamo, sino también, identificar al "enemigo" en común que tienen los protagonistas de los movimientos sociales suscitados a lo largo del mundo originados por la carestía de los alimentos producto de una política económica y social que favorecen a las empresas exportadoras de alimentos y la desprotección al campo nacional en pro del desarrollo urbano industrial como motor del desarrollo humano y del crecimiento económico.

México se manifestó el pasado lunes 31 de enero, falta ver si la exigencia tendrá eco y atacará al verdadero enemigo del mundo...

Ante esta situación y con el fin de desenmascarar aún más la política de exterminio que parecen tener muchos gobiernos, me permito enviarles la entrevista que realiza Gustavo Capdevila corresponsal de la Agencia de Noticias Inter Press Service (IPS), a la dirigente campesina brasileña JANAINA STRONZAKE, titulada "El Hambre y la carestía encienden la rebeldía del mundo", quien habla del tema y mucho más.



GINEBRA, 31 ene (IPS) - El aumento del precio de los alimentos que lleva al hambre, una de las causas de las revueltas populares en Túnez, Egipto y otros países, se debe a la especulación financiera y no a la falta de tierras cultivables, advirtió Janaina Stronzake, del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierras (MST) de Brasil.


La carestía de los artículos de primera necesidad y el hambre son utilizados como armas que terminan obligando a las poblaciones a asumir conductas determinadas, sostuvo Stronzake, quien además de integrar la coordinación nacional del MST representa a La Vía Campesina, una articulación mundial de movimientos de trabajadores rurales.

La activista brasileña opinó sobre el papel de los campesinos en momentos de crisis alimentaria en conversación con IPS, en un alto en su participación en el encuentro organizado por la Federación Ginebrina de Cooperación, el sábado y el domingo en esta ciudad suiza.

IPS: ¿A qué atribuye esta conmoción por los precios de los alimentos?

JS: El tema de los precios y de la escasez de alimentos, o de las hambrunas, siempre es una cuestión compleja, con causas múltiples y una serie de factores que influyen.

Atribuir, como se hace, el aumento de precios de los comestibles a que las poblaciones de China e India ahora se están alimentando me parece demasiado simplista. Es como decir: bueno, si estamos pagando más es culpa de indios y chinos. Y esto no es verdad.

IPS: ¿Es que acaso faltan alimentos en el mundo?

JS: Tenemos capacidad en el mundo de producir alimentos, y de calidad suficiente, para toda la gente, sin recurrir a tecnologías dudosas, como el caso de los transgénicos.

En Brasil tenemos 120 millones de hectáreas sin cultivar. O sea, para producir más no hay que quitarle tierra a la Amazonia, no hace falta desequilibrar el ambiente ni tampoco acabar con los bosques. Lo único que se necesita es hacer una reforma agraria decente, adecuada, que se aseguren condiciones para que campesinos y campesinas sigan produciendo.

IPS: ¿Entonces, cuál es la causa de todo esto?

JS: Uno de los factores fundamentales para el aumento de precios es la especulación financiera. Es porque los alimentos son considerados mercancías y se negocian en las bolsas de los mercados a futuro.

IPS: ¿A quiénes beneficia la especulación?

JS: Las empresas transnacionales sacan partido de esto, juegan y especulan con el hambre de la gente y obtienen beneficios.

Para demostrarlo basta con comparar entre los años de ascenso de los precios de los alimentos y los gráficos de ganancias y beneficios de las grandes empresas transnacionales. Por ejemplo, entre 2004 y 2008 asistimos a una serie de choques, disturbios, de poblaciones atacando supermercados en busca de alimentos y al mismo tiempo alzas en los comestibles.

En ese lapso, los beneficios de Syngenta, que es una de las grandes empresas del sector agrícola mundial, saltaron de 6.000 millones de dólares a 11.000 millones. Entonces, mientras la hambruna castiga a las poblaciones, mayores beneficios se embolsan las empresas transnacionales.

IPS: ¿Cómo se evidencian las políticas de esas compañías?

JS: Por la forma en que las empresas quieren estructurar la agricultura, quitando capacidad de producción a la gente a través del control del agua, de semillas y de la propiedad intelectual de los productos, además de acaparar las mejores tierras.

También a partir del control del mercado. Hoy son 10 firmas que dominan casi todo el mercado de soja, de maíz y de la caña de azúcar

IPS: ¿Cómo reacciona el movimiento campesino ante los aumentos de precios de los alimentos?

JS: Con mucha preocupación, porque responden a todo un sistema integrado.

El pensador Zygmunt Bauman, de origen polaco, habla por ejemplo de los desperdicios humanos. Dice que es como si la gente sobrara en el mundo y hay que hacer algo con ella. Una forma es que se mueran de hambre, pues no hay trabajo para todos.

Con las nuevas tecnologías de producción ya no hay necesidad de tantos brazos para trabajar. Entonces este exceso de población debe desaparecer. No porque no se puedan alimentar, sino porque dentro del sistema capitalista no generan ni consumen. Por tanto, tienden a desaparecer. Y un camino es éste, que se mueran de hambre con este tipo de crisis.

IPS: ¿Y las otras formas?

JS: Otro camino es el negocio de las cárceles, la privatización del sistema penitenciario.

En momentos de crisis aguda, la gente tiende a la criminalidad para su supervivencia. De allí vienen los robos y todo tipo de delitos, y luego las cárceles son privatizadas y se convierten en un negocio rentable.

Las empresas reciben bonos de los estados para instalarlas, administrarlas y obtener beneficios del trabajo de los presidiarios. Eso recuerda mucho a los campos de concentración de los nazis en Alemania.

Este sistema se está desparramando por el mundo. En Brasil, algunos gobiernos estatales de derecha empiezan ahora a ensayar como hacer el proceso de privatización de cárceles.

IPS: ¿Ahí se acaban los métodos de exterminio?

JS: No, el tema de las guerras también está asociado. Como se pueden seguir manteniendo guerras, como en la República Democrática del Congo, sin una situación de hambre que obligue a la gente a desplazarse y actuar como soldados mercenarios.

Allí se ve como el hambre y los altos precios de los alimentos son empleados como armas que obligan a las poblaciones a asumir conductas determinadas. A eso deben sumarse otras formas delictivas, como el tráfico de armas, de drogas, de mujeres y de órganos humanos. Todos interconectados en un mismo sistema que genera beneficios a pocas empresas.

IPS: ¿Qué opinión tiene de los tratados de comercio internacional que abarcan a productos alimentarios?

JS: La Vía Campesina reivindica que los alimentos no estén dentro de los acuerdos que promociona la OMC (Organización Mundial del Comercio). No pueden ser considerados como simples mercancías.

Toda la humanidad necesita alimentos y debemos garantizar un mínimo para todos, independientemente de sus condiciones económicas. Y eso no pasa solamente por políticas asistenciales como, por ejemplo, las de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia).

Pasa por la necesidad de empoderar a la gente desde su propia comunidad para garantizar y producir alimentos. Esta es la soberanía alimentaria.

IPS: ¿Qué espera de las negociaciones de la Ronda de Doha que promueve la OMC, con un capítulo dedicado a la reforma del comercio agrícola mundial?

JS: Esas negociaciones no nos incluyen. Nos toma en cuenta simplemente como una tendencia a la desaparición de los campesinos y las campesinas.

Pero el tema es que esa desaparición conlleva el riesgo de falta de alimentos, porque el agro-negocio, las grandes empresas, los que discuten en la Ronda de Doha pueden asegurar solo por un periodo una cantidad de alimentos, pero su preocupación es solo en torno a sus propios ingresos.

(FIN/2011)

Si es de su agrado conocer otras notas informativas de la misma agencia (IPS) les remito la dirección web
http://www.ipsnoticias.net

Atte.:
DULCE KARINA FIERROS BARQUERA
“Las causas profundas de los grandes cambios humanos no se hallan en los círculos de letrados: radican en las aspiraciones de los sencillos. Son los desheredados de la tierra quienes han perseguido más enérgicamente el ideal y quienes han elaborado el bien en que vivimos.
Son los infinitamente pequeños, en lo profundo del sombrío mar de los pobres, quienes fundan el porvenir”
Paúl Deschanel
Movimiento "Descrecimiento UNAM"

6 de febrero de 2011

Sin consumo, no hay capitalismo

Sin consumo, no hay capitalismo
Entrevista a María González en Píkara magazine


 

María González Reyes es la coordinadora del área de Consumo de Ecologistas en Acción y miembro del grupo contrapublicista ConsumeHastaMorir. En esta entrevista nos desgrana los absurdos mecanismos de un sistema capitalista que se colapsa si deja de crecer, y que usa la publicidad como lubricante para mantener “la ilusión del consumo infinito”.

¿Cómo ha afectado la crisis a las tendencias de la población sobre el consumo?

Esta crisis que va más allá de la económica, es una crisis social y ambiental cuya causa está totalmente ligada al sistema económico capitalista. El problema central se basa en la incompatibilidad esencial entre un sistema socioeconómico basado en la extracción de recursos y generación de residuos creciente y un planeta con límites. Este sistema se está expandiendo como un tumor por todo el planeta y, además, a una velocidad alarmante. Cabría preguntarse por qué avanzamos en sentido contrario al que la lógica trazaría, y seguimos consumiendo cada vez a un ritmo más rápido cuando el deterioro es innegable. Y la respuesta está ligada al sistema económico imperante, que se basa en maximizar el beneficio individual en el menor tiempo posible. Un sistema que requiere que el consumo de recursos y la producción de residuos no puedan parar de crecer.
El crecimiento no es una consecuencia posible de este sistema; es una condición indispensable para que funcione. Si la economía capitalista deja de crecer, se colapsa. Es por esto, porque el consumo es lo que permite que la maquinaria del sistema siga funcionando, por lo que el Gobierno dice que para solucionar la crisis hay que incidir, precisamente, en continuar haciendo obstinadamente lo mismo que la ha generado: consumir y consumir. Y los consumidores y consumidoras seguimos intentando mantener el ritual, sintiéndonos culpables de la crisis económica si dejamos de consumir, y poco solidarios si protestamos contra los recortes sociales que el Gobierno está haciendo. No deja de ser una triste paradoja.

¿Que impacto tiene el consumo en los países enriquecidos sobre los empobrecidos?

Precisamente porque los recursos del planeta son limitados, hay una pequeña parte de la población mundial que ha creado las reglas del juego para poder disponer de esos recursos escasos a su antojo. Hablar de lo que supone la velocidad del capitalismo implica nombrar a quienes expulsa y explota esta dinámica. Vivimos en un mundo en el que hay 100 manzanas para 100 personas y 20 (qué casualidad la mayoría hombres) se quedan con 86. El sistema no sólo produce acumulación sino que necesita esa acumulación. Hay un problema de sobrevelocidad, pero también de inequidad.
A nivel ambiental, hace tiempo también que el planeta comenzó a dar la voz de alarma. Si miramos y nos fiamos de lo que observamos, llegaremos a la conclusión de que la mayor parte de las cosas verdaderamente importantes van a peor: los ríos no sirven para beber, el aire está contaminado, disminuyen las zonas boscosas, las reservas pesqueras, la energía fósil, el tiempo que las personas tienen para dedicar a cuidar y relacionarse con los demás, la biodiversidad etc.
Y en cuanto a la incidencia del consumo en el aspecto cultural, la expansión del sistema económico genera la creación de identidades globalizadas basadas en el consumo. Esta homogeneización va en contra de la diversidad, y la vida es producto de la diversidad. Igual que ocurre en un monocultivo, en el que una sencilla enfermedad puede acabar en poco tiempo con toda una cosecha, sin diversidad cultural, humana, reducimos el abanico de nuestros aprendizajes, nuestra capacidad de adaptación a situaciones cambiantes, nuestra capacidad de reconstruir lo dañado. La homogeneidad que el sistema de consumo pretende no apunta hacia la complementariedad ni al ejercicio de la interdependencia, condiciones ambas para la creación y el mantenimiento de la vida.

¿Qué papel juega la publicidad en este modelo?

Es esencial, es la herramienta que lubrica y engrana el sistema, y hace que la ilusión del consumo infinito se mantenga. Es el que permite que el modelo y los valores consumistas se extiendan por todo el planeta: el despilfarro, la insolidaridad, la homogeneización, el individualismo, el hedonismo... Valores todos que hacen que, a pesar de que la publicidad nos prometa lo contrario, seamos la cultura que más signos de hastío e infelicidad ha demostrado.

¿Cómo muestra la publicidad a las mujeres hoy en día?

El papel que desempeña la mujer en la publicidad, sorprendentemente, no ha cambiado mucho desde sus comienzos. En cualquier caso, la publicidad no entiende de ideologías: la misma empresa se hace feminista convencida cuando se trata de vender un coche utilitario pequeño, y es capaz de defender los valores patriarcales más rancios cuando lo que hay que colocar en el mercado es un coche familiar. No entiende de ideologías pero es el canal de generación de la ideología del consumo como fuente de resolución de los problemas.

¿Qué campañas habéis desarrollado desde los movimientos de base para frenar el impacto mediático del consumo?

Hay muchos colectivos sociales que, en este último tiempo, están creando campañas y trabajando en la creación de alternativas relacionadas con el tema del consumo. Yo destaco dos. Por un lado,el Día Sin Compras, que se celebra a finales de noviembre. Es una campaña internacional que busca no tanto no consumir un día, sino hacer una denuncia del modelo de sobreproducción y sobreconsumo en el que estamos inmersos. Por otro lado, los Premios Sombra de la publicidad, que se conceden a final de mayo, coincidiendo con los Premios Sol que se otorgan en Donostia a los mejores anuncios publicitarios. Se trata de elegir, siguiendo varias categorías, los anuncios que promueven los valores más consumistas, más insolidarios, más machistas, los que más mienten... Con la idea de desenmascarar el papel ideológico que cumple la publicidad, para poder trabajar en la vía de la transformación del modelo de producción, distribución y consumo.

¿Qué consejos darías para que consumamos de forma crítica y consciente?

Invitamos a reducir el nivel de consumo y a reflexionar acerca de los valores consumistas, a la vez que proponer y experimentar alternativas. Se trata de hacer una reflexión colectiva sobre nuestro modelo de consumo y promover el ejercicio de un consumo crítico y responsable como una acción política para cambiar las cosas, siguiendo la vía del decrecimiento. Para comenzar este camino se necesita un cambio de mirada, una revisión de nuestros valores: colocar la vida en el centro de la reflexión y de la experiencia, vincularse al territorio próximo, alentar la diversidad, tejer comunidad y poder comunitario, hacer acopio de saberes que acercan a la sostenibilidad, desenmascarar y denunciar el actual modelo de desarrollo y experimentar alternativas. Todo ello en tres niveles de resistencia: uno individual, la simplicidad voluntaria. Otro de creación de alternativas colectivas, que permiten inventar otras formas de vida para generalizarlas. Y un nivel político, el de los debates y decisiones colectivas fundamentales en la definición de la sociedad. Así nos encaminaremos a crear otros mundos más justos, sustentables y en paz con el planeta.